Este cuadro presenta una imagen dividida en tres franjas verticales, cada una con su propio elemento y simbolismo. A la izquierda, un osito de peluche en tonos pastel se destaca sobre un fondo rojo carmín, evocando la inocencia y la nostalgia de la infancia. En el centro, sobre un fondo de gesso, hay un dibujo a grafito de una chica sentada de espaldas en el suelo, con las manos apoyadas detrás de ella, transmitiendo introspección y vulnerabilidad. A la derecha, un fondo dorado sostiene una copa en la que descansa una rosa sobre agua, simbolizando la belleza y la transitoriedad. Los elementos no están conectados entre sí, pero juntos forman una composición unificada que invita a la reflexión sobre la diversidad de las experiencias humanas.