Pretenden situarse allí donde se cruzan las miradas anónimas, allí donde urge la reflexión. La verdad es posible gracias a una especie de cortocircuito donde se nos comunica plenamente, tiene una eternidad de tipo único que nos comporta, ni pasado ni futuro, es en definitiva la toma de consciencia del carácter absolutamente interno de las todas las relaciones en el aquí ahora. La persona con la que comulgo cuando me despisto, no es una idea, sino un nombre propio, y cada uno de nosotros es único en ella y para ella. Pero cada conciencia retiene también un crecimiento desigual, una esfera de influencia precaria, y su propia orientación implica una dualidad interna.